7.5.11

Oda a mis pechos


Se abre el cielo, como un manto etéreo de felicidad, que pincela las torres del mundo.
Allí se desparrama, la piel henchida de mis pechos, en innumerables senderos carnosos. Uno, atrevido y erecto, que desviste su magia para ser mirado; otro, pudoroso, que navega las cumbres que tallan su cuerpo. Ambos nacen de mi fuente; acalorados y sensuales, sumergidos en las mismas aguas cristalinas, despiertos por las mañanas, como dos soles abiertos de luz, o entristecidos, cuando la soledad me habita. Han sido observados, halagados y recorridos en la finitud del tiempo; atrapados dentro de una boca enamorada, que no ha podido retenerlos, o liberados de la esclavitud, en un sin fin de galopes extenuantes. Vivieron en mí desde pequeña, subsistiendo cambios de formas y colores, temblando al derramar su lava por las paredes de mi vientre, o sonriendo al gestar un mutuo placer. Elevan mi sangre, para luego recostarse bajo mi cuello extendido, que los dignifica en prominencia. Laten sobre mi corazón, que en sístole y diástole, apura la delicia de ser vistos y sentidos.


@Intima

1 comentario:

Anónimo dijo...

una hermosura de entrada.. muy sensual

bsitos♥