27.6.11


Pensaba acariciarme con la punta de los dedos dejando que las yemas se deslizaran por cada rincón de mi sexo. Pero hoy algo así no es suficiente.
Estirada en la cama he ido descartando opciones que me proporcionaran el placer que deseo. Casi al borde del desánimo mis ojos se posan sobre un marco de metal. Un escalofrío me recorre casi al mismo tiempo que en mi mente se dibuja exactamente lo que quiero.
Me levanto y camino hacia el armario en el que guardo mis objetos para el placer. No me hace falta buscar demasiado porque la cadena cuelga perfectamente en la parte superior. Paseo mis manos por ella y siento cómo el frío del metal atraviesa todo mi cuerpo. La piel y, sobre todo los pezones, reaccionan con intensidad.

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Regreso a la cama y me tomo todo el tiempo del mundo para volverme a estirar. Sujeto la cadena solo por un extremo mientras que cierro los ojos. Sé que en cualquier momento entrará en contacto con mi piel. Sé que a partir de ese instante todo mi cuerpo empezará a hervir. Sé que me volveré loca cuando la humedad de mi sexo entre en contacto con la dureza del acero.
Deseo recorrerme entera. Quiero sentir el frío en cada parte de mi cuerpo mientras recuerdo los cientos de veces que este objeto me ha hecho prisionera. Sin embargo la cadena tiene vida propia y se ha ubicado entre los carnosos labios de mi sexo.
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Quiero evitar el contacto con mi piel pero mis caderas se elevan sugiriendo justo lo contrario.





En este momento son los dedos los que conspiran contra mi voluntad abriéndose paso hasta el clítoris, lugar privilegiado sobre el que empieza a rozar la cadena. Una oleada de placer recorre todo mi cuerpo con tanta intensidad que un intenso gemido inunda la estancia. Quisiera ir despacio, prolongar esta sensación durante mucho tiempo pero tanto mi cuerpo como mi ansia de placer marcan un ritmo intenso. Ahora ya no es solo la punta de la cadena la que me acaricia sino que gran parte de ella me recorre el sexo mezclándose con el calor y la humedad.
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Siento un hormigueo que va creciendo entre mis muslos y es entonces cuando la locura se alcanza su máxima expresión y decido que parte de esa cadena me penetre. La noto firme, dura, húmeda y fría a medida que una parte de ella entra en mi interior mientras que la otra acompaña a los dedos en su revoloteo constante. El hormigueo se hace mucho más intenso. Sé que el placer absoluto está muy próximo. Debería dejar de acariciarme ahora mismo. Prolongar esta placentera agonía un poco más. Pero no puedo. El cuerpo va irremediablemente a la obtención de aquello que ansía. Estoy al borde del orgasmo.
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La mano que controla la cadena en mi interior se detiene. Respiro con intensidad mientras pienso que he vencido. Que el placer se prolongará unos instantes más. Una fuerte sacudida me hace gritar aún más fuerte. Todo mi cuerpo se contrae. Todo mi ser explota al mismo tiempo que la cadena abandona el interior de mi sexo.

@Intima

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